Durante años, los pasillos de la escuela Mastery Charter School-Pickett Campus estuvieron decorados con vívidas carteleras que anunciaban su lema y la descripción de su propósito: “Excelencia. Sin excusas”. La administración a cargo de la escuela secundaria chárter le prestaba especial importancia al desempeño académico de los estudiantes de Pickett, en Filadelfia del Norte, Pensilvania. En más de un sentido, sus esfuerzos por alcanzar la excelencia académica dieron resultados.
Los estudiantes de la escuela secundaria de Pickett habían logrado avances tan impresionantes que en un discurso de la Liga Urbana Nacional en 2010 (enlace en inglés), el presidente Obama destacó a la escuela como un modelo de éxito: “Una escuela llamada Pickett pasó de tener tan solo un 14 por ciento de estudiantes diestros en matemáticas a casi un 70 por ciento”. El presidente también se jactó de que algunas de las escuelas chárter de Mastery [entre las cuales se encontraba Pickett] habían duplicado o incluso triplicado sus niveles de lectura y matemáticas en tan solo dos años. “Ahora bien, si una escuela como Mastery puede hacerlo, cualquier escuela con dificultades también podrá”.
Pickett, una escuela secundaria local de la comunidad de Germantown en Filadelfia que atiende a unos 900 estudiantes, 100 por ciento de los cuales provienen de familias de bajos recursos y 96 por ciento de los cuales son afroamericanos, merece honores por sus logros académicos. El modelo “Excelencia. Sin excusas” logró aumentar el desempeño en las pruebas, las calificaciones y el índice de admisión a la universidad de los estudiantes. Sin embargo, tal como muchas otras escuelas han comprendido en los últimos años, la educación “sin excusas” es estricta y controladora y perjudica a los estudiantes. Tras ingresar a la universidad, los egresados de Pickett reportaron que no se sentían preparados para el pensamiento conceptual, su escritura era poco original y no estaban acostumbrados a la autonomía. Un estudiante reportó que seguía pidiendo permiso para ir al baño durante la clase.
Políticas educativas que muchos no considerarían deliberadamente racistas ha tenido efectos desproporcionados en los estudiantes de color.
Como resultado, toda la red de Mastery, incluyendo Pickett, se alejó del modelo “sin excusas”. Pickett cambió su enfoque para ofrecerles más participación a los estudiantes e incluir más aprendizaje colaborativo. Sin embargo, no fue hasta la muerte de George Floyd, un hombre afroamericano que fue asesinado por un policía blanco en el 2020, y la concientización que se generó a nivel nacional sobre el racismo que impregna numerosas facetas de nuestras instituciones que Pickett decidió tomarse un momento para reconsiderar todas sus prácticas y políticas con el propósito de desmantelar los prejuicios e inequidades que enfrentaban sus estudiantes. Pickett decidió convertirse en una escuela antirracista.
El auge de las escuelas antirracistas
Los expertos en el ámbito educativo han sabido desde hace mucho tiempo que el racismo — la opresión sistémica de las personas de color con base en estructuras legales y sociales que favorecen a las personas blancas — trae graves consecuencias para los estudiantes de color. Cuando los estudiantes se sienten estigmatizados por la diferencia racial, sufren a nivel académico y emocional. “Se hace más difícil prestar atención en clase, perseverar en tareas complicadas y motivarte a involucrarte de lleno”, explica Howard Stevenson, profesor de Estudios Afroamericanos en la Universidad de Pensilvania. Con el tiempo, señala el profesor, la experiencia del racismo “resulta en la reducción del desempeño académico”.
Las investigaciones también han descubierto que una abundancia de políticas educativas que muchos no considerarían deliberadamente racistas ha tenido efectos desproporcionados en los estudiantes de color. Por ejemplo, las políticas que solo permiten que los estudiantes con mejor desempeño cursen clases avanzadas en la escuela secundaria pueden discriminar involuntariamente a los estudiantes de color cuyas escuelas intermedias no ofrecían clases más rigurosas. De igual forma, las normas de antigüedad de los sindicatos que permiten que los maestros con experiencia elijan dónde quieren enseñar, puede tener el efecto involuntario de enviar a los maestros con menos experiencia a las escuelas de rendimiento más bajo. Ya que los maestros sin experiencia son menos eficientes, los estudiantes de color, quienes tienen mayores probabilidades de asistir a escuelas de bajo rendimiento, tienen mayores probabilidades de recibir educación académica de maestros menos eficientes. La disciplina de cero tolerancia trae como resultado que los estudiantes afroamericanos enfrenten castigos desproporcionadamente más severos que los estudiantes blancos. Los estudiantes afroamericanos conforman el 16 por ciento de la población estudiantil en los Estados Unidos, pero conforman el 42 por ciento de los estudiantes en general que han sido suspendidos en más de una ocasión (enlace en inglés).
Incluso las mismas políticas que fueron creadas para mejorar el desempeño de los estudiantes de color han tenido consecuencias negativas involuntarias. Muchos educadores han observado que el enfoque cuyo único objetivo es cerrar la brecha del rendimiento académico ha causado que, en ocasiones, el currículo se reduzca y la enseñanza por repetición tenga un papel protagónico. De manera similar, el énfasis en enseñarles a los estudiantes de color lo que necesitan saber para alcanzar el éxito en una sociedad mayormente blanca, ha resultado muchas veces en un currículo que aborda muy poco la cultura y experiencia de vida de la comunidad afroamericana. La educación académica a menudo no se preocupa en valorar la identidad, el intelecto y el bienestar de estos estudiantes.
Llegar a ser una escuela antirracista es un viaje, no un destino.
Gloria Ladson-Billings, profesora emérita de educación en la Universidad de Wisconsin, Madison, explicó la forma en que estas políticas y prácticas en conjunto con los sistemas que refuerzan la falta de equidad racial se unen para crear enormes obstáculos para los estudiantes de color. “Las decisiones y políticas históricas, económicas, sociopolíticas y morales que caracterizan a nuestra sociedad han creado una deuda educativa para los estudiantes de color”, escribió la profesora, y son ellos quienes sufren las consecuencias.
Las escuelas que adoptan el antirracismo se comprometen a desmantelar cualquier política o sistema que prevenga una educación equitativa para todos los estudiantes. Para Pickett, esto implicó crear un nuevo modelo a seguir.
Cómo una escuela reconsideró todo lo que hace
La directora Margaux Munnelly ha sido directora del campus de Pickett desde 2016. Tras el asesinato de George Floyd, el personal se reunió y discutió sobre cómo reaccionaría la escuela. “Nos dimos cuenta de que teníamos que hacer más”, relata.
Para ella, las acciones antirracistas comenzaron con la creación de una nueva visión que abandona la estrechez académica del enfoque “Excelencia. Sin excusas”.
“Pickett es un modelo culturalmente competente y de alto rendimiento dentro de la comunidad, donde a los estudiantes les apasiona aprender y desarrollar identidades positivas, y donde el personal progresa y reflexiona sobre sus prácticas, busca la equidad y establece espacios de validación”, señala Munnelly, recitando de memoria la descripción de visión de la escuela. El primer paso fue “condensar lo que queríamos lograr y plasmarlo en una descripción de nuestra visión… Todas nuestras acciones se rigen por esa descripción de visión: ¿Cuál es nuestro objetivo? Cualquier práctica o decisión que implementamos, ¿cómo se alinea con esa visión?”.
El personal, los estudiantes y las familias participaron en la creación de esta nueva visión que no representaba a la cultura blanca, explica la subdirectora NaaAmerely Badger. El personal también estableció sus propios principios de “luchar por la equidad, trabajar por el bien, modelar el aprendizaje continuo y fomentar el sentido de comunidad”.
Muchas escuelas tienen descripciones de visión centradas en la equidad, las cuales no van más allá del manejo de las relaciones públicas. Badger afirma que la evolución de Pickett fue profunda porque se enfocaron en cambiar la actitud de los adultos en las instalaciones. “Comenzamos con el equipo de liderazgo”, explica.
La directora Munnelly, una mujer blanca, admite que ha tenido que analizar la forma en la que ha “perpetuado la cultura dominante blanca”. Munnelly explica que una pregunta que se hace constantemente es: “¿Cómo uso mi poder y privilegios para generar un cambio, y para hacer que la escuela sea más equitativa para los estudiantes de color?”.
Los esfuerzos del personal de Pickett y de la facultad para convertirse en una escuela activamente antirracista han generado cambios drásticos que incluyen más voz y voto para los estudiantes, de manera que ellos elijan las clases que quieren cursar, en lugar de ser asignados a cursos con base en mero rendimiento académico. Además, para apoyar la identidad cultural, la escuela flexibilizó de forma considerable su política en cuanto a uniformes, permitiendo que los estudiantes tengan varios días donde puedan ponerse ropa casual y garantizando que no reciban castigos severos por infracciones relacionadas al uniforme.
Quizás lo más importante es que el nuevo enfoque de la escuela ha logrado que los maestros se percaten de las numerosas suposiciones perjudiciales que tenían sobre los estudiantes y sus familias, suposiciones que definían sus interacciones con los estudiantes y afectaban el aprendizaje. Al generar conciencia sobre los prejuicios inconscientes del personal, la escuela ha alcanzado un logro difícil de imitar para muchas escuelas: cambiar su cultura.
Durante los últimos años, Munnelly asegura que las encuestas de diversidad, equidad e inclusión que se les han hecho a los maestros sugieren que la escuela va en la dirección correcta. En el 2016, el personal calificó a la escuela con un 3,9 de 10. En el 2021, subió a 7,0, la calificación más alta en la historia de Pickett. Pickett también ha realizado cambios importantes en su currículo al añadir una clase de justicia social y una clase de historia afroamericana para atender mejor las necesidades de sus estudiantes (de los cuales el 96 por ciento son afroamericanos). En las clases de literatura, explica Munnelly, los maestros discuten la “falta de equidad en todas las obras que leen…” e impulsan a los estudiantes a pensar: “¿Qué tan distinta sería esta situación si el personaje fuera una persona de color?”.
El lento y constante proceso de llegar a ser una escuela antirracista
Aunque se han hecho avances, Munnelly señala que llegar a ser una escuela antirracista es un viaje, no un destino. Pickett sigue siendo una escuela dentro de un sistema chárter al igual que muchas otras escuelas secundarias de los distritos. No es poco común que las escuelas deban trabajar dentro de un sistema y a la vez oponerse al mismo, por lo que hay aspectos que se escapan de sus manos.
La directora Munnelly reconoce que Pickett “ciertamente no se ha convertido del todo en la escuela que hemos decidido crear”. Aun así, señala Munnelly: “Hemos tomado decisiones muy estratégicas este año para acercarnos incluso más a la meta… También hemos de reconocer que trabajamos dentro de un sistema fundamentado en la supremacía blanca y que se ha afianzado bajo esas normas y valores”. Crear una cultura antirracista no es cuestión de tachar elementos de una lista. Se necesita paciencia para entender que desmantelar la cultura blanca dominante “es algo muy difícil y complejo. Así que nos mantenemos en una reflexión constante sobre cómo usar nuestro poder y privilegio”.
Cómo identificar prácticas antirracistas en la educación
Pickett no es más que un ejemplo de una escuela que ha adoptado una misión antirracista. Hay un sinnúmero de formas (algunas más trascendentales que otras) en las que una escuela puede luchar por la equidad. Estas pueden incluir, entre otras, las siguientes:
- Brindar desarrollo profesional al personal para generar conciencia de los prejuicios existentes y la forma en que estos prejuicios afectan su actitud, pedagogía y a los estudiantes que atienden.
- Implementar una toma de decisiones inclusiva con la comunidad. Esto podría incluir invitar a padres y estudiantes a opinar sobre la descripción del propósito, visión, políticas y currículo de la escuela.
- Contratar y reclutar a un personal diverso que se sienta comprometido con la educación equitativa.
- Crear un currículo que tome en cuenta a la población específica de la escuela. Este currículo podría incluir enseñarles a criticar las inequidades sociales (enlace en inglés), trabajar en su “competencia cultural” (enlace en inglés) para afirmar y apreciar su cultura de origen e identidad social, y profundizar en al menos una cultura distinta.
- Usar su idioma materno como estrategia de enseñanza.
- Reconsiderar el financiamiento para garantizar que los estudiantes más necesitados reciban apoyo y servicios.
- Diseñar políticas de disciplina transparentes que fomenten relaciones estables y positivas, y que mantengan a raya los prejuicios del personal.
Cómo aprender más sobre la educación antirracista
Para los padres
- Al realizar un tour a una escuela o incluso al pensar sobre tu escuela actual, vale la pena discutir sobre la forma en la que la escuela está abordando los temas raciales desde distintos ángulos. Esta es una lista de preguntas (enlace en inglés) que puedes hacerle a tu escuela o distrito sobre la raza y el antirracismo.
- La página web
EmbraceRace (enlace en inglés) brinda recursos para criar a los niños de manera que conozcan y reflexionen sobre asuntos raciales.
Para educadores y administradores
- Descubran cómo crear una organización equitativa recibiendo capacitación en educación racial mediante The Lion’s Story (enlace en inglés).
- Los siguientes libros ofrecen una buena introducción a la adopción de una postura antirracista en tu escuela:
- En Cultivating Genius (Cultivando genialidad, enlace en inglés), Gholdy E. Muhammad presenta un sistema de cuatro partes, el cual se encuentra fundamentado en la historia y busca perfeccionar la educación básica enfocada en las habilidades al ayudar a los maestros a desarrollar las habilidades, intelecto, identidad, criticidad y bienestar de los estudiantes.
- Culturally Responsive Teaching and The Brain (La enseñanza culturalmente sensible y el cerebro, enlace en inglés) de Zaretta L.Hammond les ofrece un sistema a los educadores para impulsar la participación de los estudiantes.